MURAL 71 - MARTIN RON ESCRIBE ESTELA OLIVERA ARAUZ
Edificio Municipalidad de Tres de febrero- Entrada calle Alberdi
LAS MALVINAS SON
ARGENTINAS
El ámbar del licor quita-pecados
se confundía con los ocres del otoño en aquél frío mes de abril, cuando un
fracasado obnubilado por la demencia del poder, declaró la guerra. El pueblo
con sus vítores flameando en celeste y blanco colmó la histórica plaza frente
al balcón una vez más deshonrado. Como diría Eduardo Galeano: ¿La historia se
repite? ¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla?
Los niños que habían guardado sus soldaditos en una caja despertaron una mañana
ante la sorpresa que en ellos, esos soldaditos habían cobrado vida. Vida que
entregaron, que les arrebataron, vida que desde aquel día ya no sería vida.
Manos misericordiosas y descreídas ante otra mentira, tejieron para ellos
pulóveres, bufandas, gorros, guantes, donaron alhajas y chocolates con mucho
amor, pero menor a la vileza que todo esto les apropió a esos soldaditos
estafados. Tampoco recibieron el armamento necesario y con su inocencia
interrumpida, desde su vulnerable adolescencia supieron convertir en coraje el
terror, al que los cobardes los sometieron. Corazones constreñidos, ojos
desorbitados, tiritando, resistiendo el rigor del clima, despertaron a lo siniestro
de la guerra. Y protegiéndose unos a otros se preguntaban ¿Esto es la guerra?
¿Aquel juego que hasta hace poco nos divertía? Por aire, mar y tierra, los
bombardeos de las tropas enemigas redujeron sus cuerpos a cenizas, masacrando
sus sueños. La magia y la fantasía abonaron ese suelo doliente, siempre en
pugna entre la piratería y la justicia. El pueblo de Río Grande también se
enfrentó a los ataques. Sobre el mar, los niños del Crucero se confundían con
la fauna marina y el General Manuel Belgrano, una vez más, se revolvía en su
tumba. Desde ese dos de abril en que las islas y el mar se reflejaban en forma
y colores en el cielo, quedó manchada de sangre nuestra bandera argentina. Si
quieren venir que vengan -proclamó el necio- y dos meses después bregó para que
esta gesta patriótica perdida se guarde en el recuerdo. Los héroes que
regresaron, con el cuerpo y el alma mutilados, pese a la frustración, la
tristeza y la angustia, sus hijos y los hijos de sus hijos, no permitirán que
esta traición sea olvidada, aunque le pese a los que negocian nuestra
soberanía; por el contrario, mantendrán viva la verdadera historia en la
hoguera encendida de la memoria. Cada dos de abril de cada año nuestra historia
será revivida como enseñanza permanente del histrionismo de aquellos niños, de
la barbarie del poder ignominioso y porque las Islas Malvinas fueron, son y
serán argentinas.
Estela Olivera Arauz
© Estela Olivera Arauz
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